Fernando Estévez de Salas














Fernando Estévez es, sin duda alguna, uno de los grandes artistas que han visto nacer nuestras islas afortunadas. Ejerció una enorme influencia en su época y desplegó un exquisito patrimonio por nuestro territorio insular. Culto y de talante liberal, estamos ante un extraordinario personaje polifacético que impregnó su extrema sensibilidad en numerosas obras que albergan templos y museos de  Canarias, dejando una huella indeleble en nuestro arte. 

El Equipo de Orotava Cofrade ha querido tomar esta loable iniciativa, que ha ido desarrollando junto con otras labores en su vocación de difusión de nuestra historia y patrimonio desde su fundación, para preservar en la memoria su importancia en nuestra cultura. Los nuevos hallazgos documentales e historiográficos de los últimos años han hecho posible una nueva visión de artistas y obras canarias, que se nos han dado a conocer gracias a la labor de los historiadores que han hecho hincapié en facetas poco conocidas y nuevas visiones en la historia, vida y obra de nuestros artistas.

Josué Hernández Martín
 






Fernando Estévez de Salas nació en 3 de marzo de 1788 en la Villa de La Orotava. Hijo de Juan Antonio Estévez, que disponía de un taller de platería y joyería en su domicilio familiar, la formación del joven artista en su localidad es un enigma. Tejera y De Quesada apuntó como posible su instrucción en el Convento franciscano de San Lorenzo a cargo del fraile Antonio López. Sin  embargo, no se conocen datos que confirmen esta hipótesis ni la dedicación de fray Antonio a la docencia de Bellas Artes, pudiendo estar relacionado realmente a las Artes Liberales. En cambio, la documentación si avala la vinculación de Estévez con José Luján Pérez, escultor grancanario, que se convertiría en su maestro y mentor, enseñándole los rudimentos básicos de escultura y técnicas en su taller de Las Palmas de Gran Canaria. Además, en su estancia en esta ciudad, Estévez asistiría a la escuela de dibujo de la Real Sociedad Económica, aprendiendo principios elementales de pintura y nociones de dibujo, entre otros.

A principios de 1809, año en la que aparece su primera efigie documentada, Estévez se encuentra de nuevo en la Villa, donde abrió su obrador en el domicilio familiar. A partir de entonces, el maestro desarrollará una notable labor escultórica, en su mayoría como respuesta a las tareas de reforma y modernización que se llevaron a cabo en los templos de las islas con la llegada de las ideas de la Ilustración. Y es que Estévez se muestra como un reconocido clasicista, otorgando a sus efigies de una elegancia, mesura y serenidad, bañadas de un idealizada concepción de belleza y de unas cualidades estéticas que lo aproximan a la imaginería genovesa conservada en las Islas, equilibrando lo real con lo ideal.
 
En su quehacer como artista, no sólo realizó esculturas de temática sacra para los templos de la Villa, sino que también abarcó numerosos proyectos de otra índole. Aunque se conservan muy pocas obras, se conoce su dedicación a la pintura, la retablística y el diseño, además de su pericia como dorador y policromador de imágenes. A ello habría que añadir su labor como urbanista en La Orotava, cuando se encontraba vinculado al consistorio de la localidad (1820-1823).

De todas estas diferentes actividades cabe destacar su dedicación a la docencia del dibujo. Estévez adquirió en 1823 un sala en el Colegio de los Ángeles, situado en el recién clausurado convento dominico de San Benito, en la que impartiría clases de dibujo hasta que fue clausurado tras la pérdida de las escuelas primarias por el incendio del ayuntamiento en 1841. Aún así, tras el verano de 1850, el artista abandona la Villa para impartir clases de dibujo en la Academia de Bellas Artes de Canarias, abierta en Santa Cruz de Tenerife en 1846, donde ejerció la Cátedra de Dibujo Lineal y Adorno. Falleció repentinamente en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna el 14 de agosto de 1854, siendo enterrado en el cementerio de esta localidad al día siguiente, festividad de la Asunción. 

Bibliografía: 
LORENZO LIMA [2001]
Juan Alejandro Lorenzo Lima: «El escultor Cayetano Fuentes y Acosta: Su obra en la Semana Santa del siglo XIX» en Programa de Semana Santa, La Orotava, pp. 9-11.
FRAGA GONZÁLEZ [2003]
Carmen Fraga González: «Semana Santa en La Orotava y Santa Cruz de La Palma: vinculación artística» en Programa de Semana Santa, La Orotava, pp. 51-57.
LORENZO LIMA [2004]
Juan Alejandro Lorenzo Lima: «Entre la Ilustración y la renovación decimonónica. Apuntes para un estudio del culto inmaculista en La Laguna (siglos XVIII y XIX)» en Purísima. Estudios histórico-artísticos [catálogo de la exposición homónima]. San Cristóbal de La Laguna, pp. 57-69.
LORENZO LIMA [2006]
Juan Alejandro Lorenzo Lima: «Ángel y Yunta de San Isidro Labrador» en Roque de Montpellier. Iconografía de los santos protectores de la peste en Canarias. Garachico, p. 254.
LORENZO LIMA [2009a]
Juan Alejandro Lorenzo Lima: «A propósito de Fernando Estévez y su producción imaginera. Valoraciones de una nueva escultura en el Puerto de la Cruz» en Catharum. Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, núm. 10, pp. 5-12.
LORENZO LIMA [2009b]
Juan Alejandro Lorenzo Lima: «Comentarios en torno a un retablo. Noticias de Fernando Estévez y la actividad de su taller en La Orotava (1809-1821)» en Revista de Historia Canaria, núm. 191 (2009), pp. 103-134.








NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
Parroquia de San Juan Bautista. Villa de La Orotava, Tenerife

La imagen de la Dolorosa del Viernes Santo, es una de las más bellas imágenes marianas que saliera de la gubia de Fernando Estévez. La realizó en 1816, gracias al patronato del coronel ingeniero Don José de Bethencourt y Castro, quien la dona al convento franciscano de San Lorenzo de La Orotava, que por entonces, intentaba recuperarse del devastador incendio que sufriera a principios de la centuria. 

La talla es una obra de candelero (de vestir), que mide 1,60 metro de altura, teniendo tallados el rostro y las manos. Su mirada expresa una tristeza profunda, sus ojos se enmarcan en unas cejas muy lujanescas (tengamos en cuenta que se trata de una obra bastante temprana dentro de la producción del artista), con un movimiento que desemboca en el célebre triángulo del entrecejo, tan típico de las imágenes del maestro de Guía, aunque de la mano de Estévez, se nos presenta menos pronunciado, con unas líneas más suaves y amables.

Algunos autores han querido compararla con la imagen de la Dolorosa de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción, imagen de principios del siglo XIX, que tallara Luján Pérez (caso por ejemplo del historiador del arte Fuentes Pérez). Sin embargo, encuentro que la Dolorosa que nos ocupa posee un dramatismo que tiende hacia el interior, ofreciendo un tratamiento psicológico mucho más contenido y si queremos espiritual; mientras que la imagen homónima de la Parroquia Matriz de la Villa, posee una expresividad mucho más contundente en lo exterior, con una mirada penetrante, y un dolor mucho más evidente y desgarrador, sin que esto conlleve una teatralidad superflua, sino todo lo contrario. A mi entender, son dos maneras de representar el dolor de una Madre muy diferentes, pero ambas igualmente conmovedoras y elegantes. No obstante, la imagen de San Juan, sigue siendo una obra de preceptos barrocos, aunque ya se adivinen las características clasicistas que imperarán a posteriori en la producción de Estévez. Destaca el largo cuello y el tratamiento del cabello, con un mechón grueso que cae sobre el lado derecho, dando un toque efectista y dinámico (algo que podemos observar en otras obras de Estévez, como por ejemplo la Magdalena de Santa Cruz de la Palma, o la Santa Lucía de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de La Orotava). Se cubre con vestimentas de color negro y mantilla de encajes, al estilo de las Dolorosas canarias. Podemos añadir que la posición entrecruzada de las manos es un recurso que también utilizó muchísimo el maestro de Guía, como podemos observar en la Dolorosa de la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife.

No obstante, y al margen de las diferencias estéticas, cronológicas y estilísitcas que hay entre una y otra, sí que me atrevo a decir, que el concepto de ese dolor contenido e interiorizado de la Dolorosa, no es nuevo en la Villa de La Orotava, y lo podemos encontrar en la imagen que cierra el cortejo procesional del Encuentro, la Dolorosa que acompaña a Ntro. Padre Jesús Nazareno, la mañana del Viernes Santo. Insisto que una y otra en lo estético y estilístico son diferentes, pero no tanto en el planteamiento conceptual y psicológico de la obra. Si damos por buena la datación que de ella hacen todos los especialistas, la imagen que perteneció a los dominicos, data del siglo XVIII, y por lo tanto, bien pudo conocerla, y muy de cerca, el artista villero. Además, posee un bellísimo rostro, una mirada dulce y resignada, que pudo haber despertado la admiración del joven Estévez, en su etapa de formación en la Villa, antes de conocer a Luján.

Si a esto añadimos que esta forma de representar la imagen del dolor, encaja perfectamente con la nueva mentalidad ilustrada, y se acerca más al ansiado Clasicismo anhelado, que pujaba por ser reinventado en estos “neos” tan célebres del siglo XIX, no es de extrañar que Estévez se fijara en este ejemplo, para visualizar lo que realmente él quería representar. Otra cosa es que luego, ambas imágenes tengan un rostro diferente, eso es totalmente evidente, pero si comparamos la Dolorosa de Santo Domingo con la Magna de Santa Cruz de la Palma, podemos volver a encontrar, los mismos planteamientos conceptuales.

El cortejo del Santo Entierro, que discurre por las calles de La Orotava la tarde del Viernes Santo, no pudo tener mejor broche de oro que esta maravillosa imagen. Una Virgen María Dolorosa, realizada por el villero más ilustre y destacado que ha tenido la Villa en el plano artístico. Salida de su gubia por y para su pueblo, formando parte de un legado artístico de primera línea, que desde Orotava Cofrade, nos disponemos a difundir para que sea más y mejor conocido por todos, villeros y foráneos que se acerquen a La Orotava a contemplar in situ su rico y variado patrimonio histórico-artístico.

Texto:
Iván García Sosa. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna.

SAN JUAN BAUTISTA
Basílica de San Juan Bautista. Telde, Gran Canaria

La imagen de San Juan Bautista (1819) que se venera en calidad de titular de su Basílica de Telde cierra la renovación ilustrada que se llevo a cabo en la entonces parroquia de Telde durante principios del siglo XIX, pudiendo ser la primera obra que el artista envió con éxito fuera de Tenerife y la primera en llegar a Gran Canaria, seguidas de un Santo Domingo de Guzmán (1828) y la popular Virgen del Rosario (posterior a 1821) realizadas para el templo dominico de Vegueta.

La estimable talla teldense deriva de la efigie homónima (ca. 1780) que se venera en la Parroquia de San Juan Bautista de la Villa de La Orotava, que fue referente, al igual que otras obras del mismo templo, para las composiciones del artista. Si bien, estando representado en su iconografía de Ángel Precursor de Cristo, el San Juan de Telde opta por la condición de Bautista, presentando un mayor equilibrio y una mayor sutileza en los detalles.

La imagen del Bautista responde a «la necesidad que había en esta nuestra iglesia de una buena escultura del patrono que fuese capaz de excitar e infundir en la piedad de los fieles una verdadera devoción por el precursor de nuestro Señor Jesucristo», por lo que se encarga «a don Fernando Estévez, vecino de La Orotava, por recomendación del capitán don José de Lugo y Cabrejas» la nueva efigie del patrono, que debió ser bendecida en su festividad de junio de 1819.

Bibliografía:
Juan Alejandro LORENZO LIMA: «El artista, el modelo y la escultura. Reflexiones sobra la imagen de San Juan Bautista de Telde» en Actas de las III Jornadas "Prebendado Pachecho" de Investigación Histórica. Tegueste, 2009, pp. 483-501.


SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
Parroquia de Santo Domingo de Guzmán. Las Palmas de Gran Canaria, Gran Canaria.


Aunque Gran Canaria no cuenta con numerosas obras realizadas por Fernando Estévez, el barrio capitalino de Vegueta encierra entre los vetustos muros del ex –convento dominico una pieza de gran interés tallada por este escultor: Santo Domingo de Guzmán.

El encargo de esta imagen tiene lugar en unos años de gran importancia para el artista villero. Cabe destacar que poco antes, entre 1826-1827, los frailes dominicos confían a Estévez la arriesgada labor de tallar la nueva imagen de la Patrona de Canarias, con el fin de sustituir el primitivo icono perdido en el aluvión de 1826.
Precisamente este encargo tuvo que haber influido para que la nueva imagen del patrono de la orden dominica recayera en manos de Fernando Estévez pues, como recoge Tarquis en su estudio, fue el Padre Provincial del convento de la Candelaria, fray Francisco de Armas, quien tomó esta iniciativa, aprobada con agrado por la comunidad dominica de Las Palmas «por considerarlo el mejor escultor del archipiélago».

Para llevar a cabo esta labor, se decidió recaudar fondos a partir de una lista de suscriptores entre los vecinos de Las Palmas para paliar los gastos del coste de la imagen. Entre ellos destacaron Juan Huesterling del Castillo, quien aportó 155 pesos, el Conde de la Vega Grande, con 20, o Cristóbal Muxica, que puso 5 pesos y un tostón. De esta manera, el libro de cuentas recoge que se pagaron «ciento diez pesos, dos de plata y tres cuartos, que costó la imagen de Santo Domingo», entronizada en el convento de San Pedro Mártir, de Vegueta, «hecha por Fernando Estévez en la Villa».

Actualmente, y tras una restauración realizada en 2008 que recuperó esta majestuosa talla, abandonada a su suerte desde 1967, vuelve a procesionar cada mes de octubre en las fiestas patronales del barrio de Vegueta, junto a la venerada imagen de Nuestra Señora del Rosario.

Bibliografía:

Pedro TARQUIS RODRÍGUEZ : «Biografía de don Fernando Estévez (1788-1854)» en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 24 (1978), pp. 541-594.
Juan Alejandro LORENZO LIMA : «Una escultura para los nuevos tiempos. Fernando Estévez y la Virgen de Candelaria» en Vestida de Sol. Iconografía y memoria de Nuestra Señora de Candelaria. San Cristóbal de La Laguna, 2009, pp. 118-135.


SANTA CLARA DE ASÍS
Museo de Arte Sacro. Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción, Villa de La Orotava.

De la producción escultórica de Fernando Estévez destacamos en el presente año 2012 una imagen de Santa Clara de Asís, olvidada frecuentemente y a veces identificada de modo erróneo con Santa Clara de Montefalco. Se cumplen 800 años de la consagración de dicha santa franciscana, fundadora de la Orden de Santa Clara. Por ello, esta obra de Estévez nos permite traer una vez más a la memoria el antiguo cenobio de San José que existió en la Villa hasta 1868, regentado desde su establecimiento por una creciente comunidad de monjas clarisas o «hijas de Santa Clara», como ellas mismas se denominaban en toda clase de documentos.

El convento de San José fue fundado el 20 de enero de 1601, después de que José de Llanera, patrono del nuevo cenobio, recibiera las oportunas licencias para edificarlo. Para su apertura se contó con un total de siete monjas que fueron trasladadas desde el convento clariso de San Cristóbal de La Laguna. Como relató Sabino Berthelot, «los conventos de La Orotava ocupan tal superficie de terreno, que no podía evitar hablar de ello», pues eran «después de las dos iglesias parroquiales, los edificios más notables de la Villa». Este convento en concreto ocupaba el recinto que alberga hoy el Ayuntamiento, la plaza adjunta con sus jardines y la Hijuela del Botánico. La iglesia monacal albergaba numerosas obras de arte, entre ellas la Inmaculada Concepción que se encuentra actualmente en la parroquia de San Juan Bautista y que presidía el presbiterio; un San José con el Niño, quizá la representación que expone a culto la parroquia de la Concepción en el retablo del Sagrado Corazón de Jesús; y la mencionada Santa Clara, entre otras. A pesar de que el monasterio sobrevivió a los decretos desamortizadores de 1835, fue clausurado finalmente en 1868 y muchos bienes patrimoniales que albergaba serían trasladados de inmediato a la vecina parroquia de La Concepción. Allí Santa Clara se dispuso a la veneración de los fieles en una de las hornacinas laterales del retablo del Señor Preso, si bien los cambios de ornato acometidos en el templo a principios del siglo XX acabaron retirándola de este digno y merecido emplazamiento. Actualmente se localiza en las dependencias del Museo de Arte Sacro y, por suerte, figura bien atribuida al maestro orotavense. No se conoce documentación específica relativa al encargo, pero cabe suponer que fue esculpida antes de la desamortización ya citada de 1835. 

En su origen esta representación de la santa de Asís estaba situada en una de las hornacinas laterales del altar mayor del convento, donde fue inventariada en 1868 con «una custodia de plaza maciza» en una mano y en otra con «un báculo de palo con papel platinado», mientras que en la cabeza lucía «un solio de plata sobre dorado». Aunque a simple vista presenta cierta simpleza en su acabado, con decoraciones florales sobre un hábito de color gris claro y no marrón como era usual, destaca de ella la riqueza de los minuciosos estofados al temple que contiene el interior de la toca, reproduciendo las diminutas espirales que el artista recurrió muchas de sus imágenes. Es, ante todo, un trabajo correcto y esmerado, acorde a las necesidades que la efigie cubría en un templo de índole conventual. Así, a pesar de que se ha planteado habitualmente la tosquedad y simpleza de su composición, lo cierto es que reproduce un prototipo de Santa que Estévez reitera en pocas ocasiones a lo largo de su producción, pues, por ejemplo, condiciones semejantes se aprecian en la representación de Santa Rita que exhibe ahora la parroquia de Santa Úrsula. Como ya se ha indiciado, «con su cuerpo al santa describe un elegante contraposto, que aumenta la armónica distribución de los pliegues de su vestimenta y que condicionan los atributos que portaba, hoy perdidos, y sin los cuales resulta difícil obtener una visión de conjunto de la pieza».


Bibliografía:

Gerardo FUENTES PÉREZ: Canarias: el clasicismo en la escultura. Santa Cruz de Tenerife, 1990.
Sabin BERTHELOT: Misceláneas Canarias. San Cristóbal de La Laguna, 1997.
Juan Alejandro LORENZO LIMA : «Catalogación de obras e historiografía» en El tesoro de la Concepción. La Orotava, 2003, pp. 160-161/núm. 36..
Manuel  HERNÁNDEZ GONZÁLEZ : Los conventos de La Orotava.  La Orotava, 2004. 


INMACULADA CONCEPCIÓN
Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción, San Cristóbal de La Laguna.



El título mariano de la Inmaculada Concepción toma forma de manera ejemplar en esta magnífica talla del maestro orotavense Fernando Estévez, bendecida por el obispo Luis Folgueras y Sion en diciembre de 1847.
La imagen de Nuestra Señora es una pieza de candelero. Estévez configuró la talla realizando un embón o bloque de madera a partir del acoplamiento de varios fragmentos, dejando el interior del torso hueco, y diseñó, por ser imagen de vestir, los brazos articulables. Para mayor fijación de los listones que comprende el tableado de la falda, trazó las uniones tanto al torso como a la base, mediante medias toledanas, cuyo diseño aseguran que no se desprendan[i]. Las partes visibles del rostro y de las manos recibieron carnaciones al óleo, eligiendo un color plano para las no contemplables por los fieles.
Desde el punto de vista formal, en esta pieza el escultor se aleja de los modelos clásicos. Hasta ahora, señalada como una de las últimas obras del artista, sus características estilísticas y demás cualidades la presentan como un ejemplo singular. Estévez, gran defensor del clasicismo, deviene hacia un estilo más personal y, quizá, de concepción romanticista al revelar cierto intimismo o melancolía. Aparece, a los ojos de los historiadores, como resumen perfecto de la trayectoria y el trabajo de su autor, así como un fiel reflejo de la sensibilidad que Estévez adquiere en los últimos años de su vida[ii]. Por otra parte, evolución natural en un artista que ofrece un amplio número de piezas.
La imagen de la Purísima fue acogida con gran interés y devoción de los fieles laguneros desde un primer momento, reviviendo unos cultos en decadencia. La primitiva imagen barroca que residía en la iglesia fue sustituida a partir de propuestas de las que participa el presbítero Cándido Rodríguez Suárez. Fue él quien encomendó a Fernando Estévez la nueva imagen mariana; y son las nuevas formas y belleza de la imagen las que despiertan el interés del pueblo, que a mediados del XIX habían reanimado ya los cultos inmaculistas que se tributaban en su honor.
No en vano, la devoción a María arraigó desde momentos tempranos en nuestras islas y tuvo su culminación con la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora el 8 de Diciembre de 1854, por parte del Papa Pío IX. Desde esa fecha los fieles de Tenerife han celebrado todo tipo de cultos ante la última imagen de Estévez. En este sentido cabe citar la solicitud de la aprobación papal para la coronación canónica  de la imagen, por parte de la Hermandad y Esclavitud de Nuestra Señora. Se trata de un acto que tuvo lugar el 5 de Diciembre de 1954.
I.F.B.


AA. VV.: Purísima. Estudios histórico-artísticos. Artemisa Ediciones, San Cristóbal de La Laguna, 2004. Pág. 82
AA. VV.: Purísima. Estudios histórico-artísticos. Artemisa Ediciones, San Cristóbal de La Laguna, 2004. Pág. 68